Como animales estamos preparados para estar en modo alerta para sobrevivir
Nuestro diseño como animales está anclado en un pasado muy remoto, que nos prepara, por encima de cualquier otra cosa, para luchar por nuestra supervivencia. Es por esa razón que, de un modo u otro, siempre estamos en modo alerta ante cualquier peligro que pueda surgir. Y eso nos acerca mucho más a la inquietud que a la tranquilidad que muchas veces vinculamos a la felicidad.
Por otro lado, buscar la euforia permanente es bastante irrealizable
Las personas percibimos por contraste, es decir, distinguimos los buenos momentos en comparación con los malos y sentimos euforia en comparación al aburrimiento o el desánimo. Incluso las drogas diseñadas para generar euforia, más allá de tener efectos secundarios graves en un uso abusivo, generan espirales de adicción precisamente porque la exaltación se va dejando de percibir como tal, por falta de contraste y eso lleva aumentar el consumo para seguir percibiéndola.
Pero un poquito de felicidad podemos disfrutar, y según como actuemos, bastante
La clave está en la etimología. La palabra felicidad procede del latín felicitas, que significaba fértil, es decir, algo que produce frutos, o lo que es lo mismo, algo dinámico que interactúa con la vida. De hecho, nuestros momentos más felices suelen tener que ver con alcanzar objetivos y resolver retos que nos pone la vida.
La felicidad no es algo que uno posea, no es un estado permanente e invariable
Según Aristóteles “La felicidad es el fin último hacia el que tienden todas nuestras acciones”. No siempre eso es evidente, pero apuesto a que, si en vez de enfocar nuestra energía en evitar cualquier sufrimiento, problema o esfuerzo, la dedicamos a hacer cosas que nos acerquen a aquello que nos hace sentir bien, disfrutaremos de una cuota bastante envidiable de felicidad.
¿Crees que necesitas herramientas para construirte una vida más feliz?
Explícame tu situación y buscaremos las herramientas estratégicas que te pueden ayudar.