Entonces, ¿cómo lo hago para no estar mal?
Cuando decimos “pienso demasiado” normalmente queremos decir que pensamos mucho en algo que nos inquieta y requiere solución. Nuestro cerebro está programado para resolver problemas y, si hay cosas pendientes, se dispara para cumplir su misión. Por eso encontramos ese nombre que no recordábamos, pero que nuestro cerebro siguió buscando. Pero cuando un problema no tiene una solución teórica – porque está relacionado con algo que no podemos modificar o que requiere acción y no reflexión – nuestra mente sigue buscándola ad infinitum. Pensamos insistentemente en eso o tratamos inútilmente de no pensar.
Afortunadamente, la experiencia humana se compone de 3 cosas: sentir, pensar y hacer
Casi todas las personas compartimos la idea de que es muy difícil controlar lo que sentimos (si no, no habría canciones de desengaño). Sin embargo, nos han enseñado que, si nos esforzamos lo suficiente, podemos controlar nuestros pensamientos. Pero, si te pido que “no pienses en un helado”, ¿qué es lo primero que ves en tu mente? En realidad, es casi tan difícil controlar lo que sentimos, como lo que pensamos, pero ¿y si tratamos de cambiar lo que hacemos? Veamos. Si te pido que te toques la frente… ¡Seguro que puedes hacerlo!
La respuesta está en lo que haces
Lo que piensas influye en lo que sientes, que influye en lo que haces, que influye en lo que piensas, que influye en lo que sientes, que influye en lo que haces y esa cadena parece difícil de romper. Pero ya has visto que puedes decidir lo que haces, y esto influye en lo que piensas, que influye en lo que sientes y ahí está la puerta para escaparte del pensamiento recurrente. Si cambias lo que haces, indefectiblemente, cambiarás lo que sientes y lo que piensas.
¿Necesitas ayuda para hacer las cosas de manera diferente?
Explícame tu situación y buscaremos las herramientas estratégicas que te pueden ayudar.